domingo, 16 de septiembre de 2012

Informativos: ¿formativos o deformativos?

Los comienzos de la televisión, allá por la década de los 50, se caracterizaron por querer brindar cultura. El objetivo era llevar al hogar de los televidentes programas con alto contenido cultural y formativo, dado que la expansión de la industria mostraba desde un comienzo el gran impacto que tendría este nuevo medio en la vida cotidiana de las personas. En la década de los 90 la intensión cultural comenzó a decaer en pos de otra intensión: el “entretenimiento”. La televisión se transformó en un gran “show” que debía llegar a la mayor cantidad posible de personas. Comenzaron a aparecer todo tipo de programas con escaso o nulo contenido, donde lo único que importaba era el “rating”. La ecuación simplificada mostraba: más rating, más inversores, más rédito. Este paradigma aún continúa en boga, y parece afectar casi todo cuanto aparece en televisión. La sobrevaloración del rating está ofreciendo un modelo social donde lo único que importa es: qué famoso se casó por quinta vez, dónde compra su ropa la cantante más cotizada del mercado o qué hace los fines de semana la esposa del presidente. Y el problema no sería de tal magnitud si sólo habláramos de programas de “chimentos”; pero la fiebre del rating y la manipulación de los hechos en beneficio del mejor postor, ha alcanzado a los informativos, programas periodísticos, noticieros, o como se desee llamarlos. La palabra informativo se define como un adjetivo para significar: 1. Que informa, da noticia de algo; 2. Que informa, da forma a algo. Cualquiera de las definiciones que adoptemos para informativo, contiene al verbo informar, el cual se define a su vez como: enterar, dar noticia de algo, dar forma sustancial a algo. Cada vez que un hecho es relatado (para ser informado) se recorta una parte de la realidad, se le da forma y luego se emite. Es inevitable tener que realizar este recorte, ya que los hechos no pueden ser comunicados en su totalidad. El recorte de la realidad es un proceso que debe ser cuidadosa y objetivamente elaborado, y entidades como noticieros o informativos (a excepción de los denominados “de opinión”) deben tener especial cuidado en dicho recorte para no caer errores, como por ejemplo:  Emitir juicios de valor. Formular un juicio acerca de una persona o situación y pronunciarlo como si se tratara de “La Verdad”.  Reflejar “una realidad” paralela. Recortar un punto de vista particular o personal sobre lo que se pretende informar; para dar una idea específica sobre algo; nuevamente, tratado como la verdad. Los informativos, además de informar también forman, educan; ofrecen una forma de comprender y ver el mundo, las personas, los hechos, etc. Y cada vez que una opinión no es develada o mostrada como tal, cae en la categoría de realidad (por lo general inamovible). Tal vez el ejemplo más esclarecedor lo conformen los llamados informativos amarillistas; los cuales ofrecen una visión del mundo caótica, llena de defectos y peligros que acechan en cualquier parte, de injusticias incapaces de ser solucionadas y de gente impotente ante tanta desgracia. Estos informativos, más que mostrar una realidad “recortada lo más objetivamente posible”; juegan con la mente de los consumidores y se arman de los temores de éstos para poder vender un producto o para veneficiar a alguien en particular. Como profesionales, sea cual sea nuestra profesión, tenemos sobre nuestras espaldas una responsabilidad dentro y más allá del ámbito que nos compete que no podemos, ni debemos, olvidar.